....... He dejado mi clase de francés y he ido a ver La Classe en francés. Salgo de entre los muros del recinto escolar que me asignaron para meterme Entre les Murs. Esperaba al pagar la entrada encontrarme con el superartificiero de desactivación de prejuicios, la superconciencia que me dejaría claro para el resto de mi carrera que hay que cortar el cable rojo, porque ése va a detonar la bomba de la intolerancia. Sentir la emoción del aplauso tras la duda ¿o es el cable azul?, y la redención espectacular del pecado de la sinrazón. El modelo que transforme este esfuerzo de Sísifo de subir cada hora el nivel de la calidad de vida que da la cultura, la curiosidad, la creatividad, la Humanidad a chavales que no tienen otra oportunidad. Soñé que se haría un emotivo espectáculo que valoraría la importancia de esta profesión que maneja los hilos delgados de los que penden las vidas, y como en los entierros de película de los artificieros de verdad, o mejor, de los artificieros que acuden cuando fracasamos de verdad, imaginé el chispazo que produce la contemplación de una obra de arte, el genio creativo que transformaría la realidad, la emoción de dónde Todo germinaría; otra fiesta más de color sobre las ruinas…
Pero ni siquiera en la pantalla hay héroes ya a los que imitar, ni modelos que al menos por una hora y pico podrían (¿pudieran?) redimirnos. Porque los protagonistas se interpretan a sí mismos y sus historias son la imposibilidad de contarnos historia alguna. Porque en esa clase Babel las historias talvez se cuenten en lenguas que no entendemos, pero que al traducirse siguen siendo la misma historia.
Otra vuelta de tuerca sobre las aulas, pero sin la belleza de Michelle, sin la elegancia de Sydney, la sensibilidad de Tavernier, ni siquiera hay banda sonora … Quizá un espejo eficaz (El documental es eso) donde deban acudir los padres para ver lo que hacen sus hijos entre los muros, para que tomen conciencia de lo que se están jugando … pero a este que les habla el espejo le devuelve la imagen de sí mismo, de su propia historia en La Classe.
Me quedé esperando que sonara el timbre para meterme en la sala de al lado a ver una película.
Pero ni siquiera en la pantalla hay héroes ya a los que imitar, ni modelos que al menos por una hora y pico podrían (¿pudieran?) redimirnos. Porque los protagonistas se interpretan a sí mismos y sus historias son la imposibilidad de contarnos historia alguna. Porque en esa clase Babel las historias talvez se cuenten en lenguas que no entendemos, pero que al traducirse siguen siendo la misma historia.
Otra vuelta de tuerca sobre las aulas, pero sin la belleza de Michelle, sin la elegancia de Sydney, la sensibilidad de Tavernier, ni siquiera hay banda sonora … Quizá un espejo eficaz (El documental es eso) donde deban acudir los padres para ver lo que hacen sus hijos entre los muros, para que tomen conciencia de lo que se están jugando … pero a este que les habla el espejo le devuelve la imagen de sí mismo, de su propia historia en La Classe.
Me quedé esperando que sonara el timbre para meterme en la sala de al lado a ver una película.
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