....... En una película con este título lo menos que cabe esperar es que la incomunicación entre los personajes se produzca. La información no llega de unos personajes a otros. Primero, porque no hablan la misma lengua. no “comparten el código”, como diría un lingüista; recreando el castigo divino inflingido por un Dios vengativo a los hijos de Noé y al atrevimiento de querer compartir su naturaleza omnisciente. Así, en la aldea global representada en Babel, se pueden repertoriar al menos cinco lenguas diferentes, cuatro habladas y una de signos. Pero la información no llega tampoco entre los personajes que comparten el código: Por un lado, es paradójico pensar que el esfuerzo de un padre por aprender la lengua de signos de su hija sordomuda no tenga resultado y sus monólogos no se encuentran. Son dos televisores que emitieran programaciones de relleno a horas que a nadie interesa. Por otro lado, la incomunicación entre marido y mujer, ambos americanos, probablemente de la misma ciudad, parece recrear diálogos extraídos del teatro del absurdo, con frases inconexas, inacabadas, incoherentes y alusiones que sólo ellos pueden entender. Además, la incomunicación cultural se transforma en rechazo, visceral y despectivo, como el trozo de hielo que se arroja porque no se sabe de qué agua esta hecho. Lo que no se entiende se desprecia, parece querernos decir esta metáfora. Así como también desprecia el adolescente a la protagonista japonesa porque no entiende su sistema de comunicación. Tampoco circula la información por exceso o por defecto, como se atasca el autobús-Babel o parece que va a despeñarse. Y pasamos del ruido estruendoso de una discoteca, de un bullicioso México fronterizo, de una boda, al silencio minimalista del desierto o la montaña. Peor aún, la información no llega al espectador. O le llega tarde y de modo fragmentado, como si tuviera que construir un puzzle incompleto mientras una mano invisible fuera desordenando las piezas. No es un defecto, es la manera de afirmar, por contraposición, otro tipo de comunicación o, más bien, de comuni (caci) ón. Cuando los personajes callan, es decir dejan de emitir sonidos, y empiezan a hablar con las manos, con los sentimientos, entonces se entienden. Por encima de barreras culturales, creemos en que una amistad es posible entre el americano y el guía árabe. Un marido y su mujer se abrazan, y casi nos añadimos, al menos sentimentalmente, a ese abrazo. Cuando el personaje que hablaba con las manos deja de hacerlo, y emite sonidos, por primera vez la comprendemos. Su llanto desgarrador conmueve no sólo al personaje que lo oye, sino a nosotros con él. Cuando los personajes dejan de contar cosas, la historia deja de contarnos anécdotas, y cesa la reflexión, empezamos a sentir. Cuando la onda expansiva del disparo vuelve a acurrucarse, entonces entendemos para qué sirve el cine.
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1 commentaires:
Bonsoir !!!!j' aime beaucoup votre blog bonne nuit .Gerard
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